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23 diciembre 2009

Antoñitos Los Fantásticos



Es una de esas cosas que trae la Navidad: en algunas circunstancias, con determinada gente, los Pedalistas mutan (en contra de su voluntad, o sea, son transformados) en los personajes del título.

La primera vez que estos antipáticos caracteres hicieron acto de presencia fue hace ya unos años. Era el cumpleaños de un familiar, y nos personamos a felicitar y tomar la torta (sí, la tarta, pero en algunos lugares de Latinoamérica-una de las pasiones pedalísticas-es la torta). Visualicen la escena: alrededor de la mesa, un grupo de amigos que se ven todas las semanas, Vetusta. Con todas sus ventajas: se tienen al día, se dan sensación de pertenencia a un grupo, sirven para llenar cumples, bodas y Nocheviejas. Lo que en Vetusta se conoce como “la cuadrilla” y que me cuentan conlleva numerosos inconvenientes, a saber: exige compromiso, casi como un/a novio/a, sus miembros ya se lo han contado todo (por “todo” se entiende precisamente lo compartible, lo predecible, lo comatoso) y algo más de lo que no consigo acordarme.

Pero divago. En este foro aterrizan nuestros héroes y un montón de ojos, ávidos de información, caen sobre los incautos Pedalistas. Pero esto no lo ven ellos al principio: lo que parece una conversación ritual en su enésima versión se desenfoca progresivamente, y la nitidez del objetivo cae salvajemente sobre ambos Pedalistas. Y los ojos se tornan bocas que admiran, y ríen desaforadas cualquiera de sus paridas manidas, en este caso el colmo de la ocurrencia.

De repente, un momento de lucidez: lo que en psiquiatría se conoce como “despersonalización”, esa situación en la que una se ve a sí misma como desde fuera, como si de una actriz en un escenario se tratara. Parece ser que, como síntoma, es una sensación muy desagradable, aunque en este caso, lo es sólo moderadamente. No es una ciática, vamos, pero te ves interpretando un rol que no has elegido, siendo el centro de atención, y contando anécdotas a una audiencia que te encuentra Lo Más. Has involucionado a Antoñita La Fantástica. La vida te sonríe, ellos dicen “ohh, ahh” ante tus aventuras en la cresta de la ola, mientras ellos están en un blanco y negro no elegido (no ese sepia interesante, se entiende).

Aclaremos q los Pedalistas son dos seres de lo más mainstream (algún día escribiré sobre “Revolutionary Road”, el libro de Richard Yates, donde los personajes creen q son una pareja especial). Pero ya se sabe, en Vetusta, ante migas de la torta: 1. Los Pedalistas son nuevos, y 2. viven en La Ciudad que Nunca Duerme (o, como dice el Pedalista, “La Ciudad que Nunca deja Dormir”). Así que en estas visitas a la península van, valga la redundancia, de visita. Sí, como los Plómez. Y las bocas se abren, y preguntan, y ohh ahh, y hete aquí que las amebas inofensivas se tornan paramecios repelentes, los Antoñitos.

En estos días de antoñitismo salvaje, un único objetivo: que ninguno de los amables “ohh ahh” lea este blog o descubrirán nuestra impostura.

La dura vida de la blogera de éxito.

2 comentarios:

  1. Qué bueno compañera... Sin palabras estoy...

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  2. Jopé.. como son las cosas de la vida (y del cine)... uno llega aquí y descubre algo sudoroso (por lo del revolutionary road)la esencia del arco dramático...encantado de pasar!

    Bicos roadiantes..

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