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20 septiembre 2010

Vacaciones, Ingrediente I: El cielo estrellado

En las grandes ciudades es difícil ver las estrellas, por lo menos como me gusta a mí: tirada en el suelo y en silencio (aparte del grillo, el agua del río, las olas del mar). Cuando viajo a lugares donde esto se puede hacer, es la fiesta. Mi interés por las estrellas comenzó tal vez en los veranos en Vetustilla de la Torre, donde nos alejábamos del pueblo por la noche, tirándonos en la hierba a contar estrellas fugaces, y a la vez historias. Hice por entonces un curso muy básico de astronomía y lo que más claramente recuerdo fue al profe diciéndonos: "no veáis lo útil que es esto para ligar". No que una necesitase de técnicas externas para ligar, claro.

En estas vacaciones recientes ha ocurrido la conjunción de astros (nunca mejor dicho): un cielo fastuoso en un lugar donde me sentía totalmente remota, y con las olas de banda sonora. Estamos tirados al lado de una playa cuatro amigos: No y el Naúfrado Ro, el Pedalista et moi. No hablamos, y yo me concentro en las fugaces para pedir un deseo. En dos ocasiones tengo la suerte de poder pedir. "El hombre es una máquina de desear", donde leí esto? Me doy cuenta de cómo se me han olvidado los caminos del cielo, y decido ir a visitarlas con más frecuencia. Tal vez en Londinium pueda llegar al centro de un parque enorme donde me estén esperando. Tal vez.

Nos ponemos a hablar. El Naúfrago Ro nos cuenta de Dp, un amigo común que aparte de amar estos temas, sabe algo (no como yo). De cómo se orientaba en sus paseos en el desierto en Libia con ayuda de las estrellas: se iban a dar un paseo, y al rato, cuando querían regresar, preguntaba "cuánto rato ha pasado?" y Ro "hora y media". Y Dp miraba al cielo, como un lobo estelar, y decía "el campamento está por ahí". Hubo un día en el que superó al guía, que insistía ir por donde las estrellas no querían.

Debatimos sobre la estrella más brillante de nuestro cielo. Y es fundamental lo de nuestro, el que nos observa en aquella playa. Les hablo del cielo de Chile, cuando fuimos a Mamalluca, el observatorio astronómico donde disfruté tanto. Allí aprendí que la estrella más brillante del firmamento se llama Canopus, pero no están conformes. El Naúfrago Ro decide llamar a Dp, aunque nos acercamos a la medianoche. Pero es que hay cosas importantes, y Dp lo entenderá.


Lo entiende, por supuesto. Para eso están los amigos, para el comodín de la llamada, para situaciones vitales como la que nos ocupa. Dp nos explica que si la luz que vemos estaba antes de que se pusiera el sol era Venus, y si no, Marte. La estrella más brillante (tras el sol) es Sirius (de la Canis Mayor), casi dos veces más brillante que mi Canopus. Por lo menos en el hemisferio norte. Siguen las olas, la vía láctea, espuma del mar, la osa mayor, la brisa con salitre, la estrella polar...

Y me hago una nota mental para acordarme de colgar en el blog (qué es eso? más olas, más estrellas, todo parece tan lejano) lo que escribí en 2004, tras pasar por el observatorio chileno. Hay que ir.

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Dicen que todos vivimos bajo el mismo cielo, pero que algunos miramos las estrellas. Sin falta de llegar a la metáfora, lo cierto es que los Pedalistas miraron las estrellas aquella noche en Mamalluca, el observatorio astronómico de Vicuña, 12 horas al norte de Santiago de Chile, como nunca antes lo habían hecho. Esa zona es una de las favoritas para observar el cielo del hemisferio sur, pues suele estar casi siempre despejado, y por ello se han construído diversos observatorios, algunos científicos, otros para visitas.

Ciertamente nos impresiona. En Mamalluca tienen un telescopio en condiciones, y lo q se ve por él son mundos invisibles al ojo humano, galaxias remotas, miles de millones de estrellas que han muerto: lo que nos llega es su mero reflejo, miles de años luz después. También vemos una, la que más nos impacta, que se ve a simple vista pues es la estrella q más brilla de la noche: Canopus. Cuando la vemos por el telescopio, tras enfocar un poco, nos damos cuenta de que su belleza es dolorosa: brilla como un diamante, y aunque la metáfora sea manida, verdaderamente diamantesco es su destello. Limpio, en haces dispersos. Perfecto.


La astronomía avanza rápido: desde su popularidad ya en tiempos antiguos (les ayudaba a navegar, a predecir el tiempo, a contar el otro tiempo) hasta nuestros días (la era espacial). Hay dos de sus facetas que me la hacen especialmente atractiva. Una, su unión a factores culturales, los mitos del mundo clásico. Una pareja de dioses se enfadan y por eso están separados en el cielo, por ejemplo. Dos, su unión con temas filosóficos. Hacia dónde se expande el universo? Por qué un dios podría haber tenido interés en crear esto? Dónde entra aquí el azar? Mirando por el telescopio, aún más que por el microscopio, te das cuenta de tu propia pequeñez, y es un ejercicio de humildad.

Quién iba a decir que, al salir de Mamalluca, una está pensando en la guerra de Irak, el consumo desaforado, nuestras estúpidas vanidades, las pequeñas cosas por las que nos afanamos día a día. Y todo me parecía entonces tan ridículo, tan sin sentido. Es como salir de ti mismo, y verte actuando en un escenario, eso que los psiquiatras llaman despersonalización. Y te encuentras con un espectáculo grotesco, en el que te parece estás olvidando lo verdaderamente importante, en el que no se ve claro porqué vivimos de esta manera, algunos sin dejar vivir.

Desde Mamalluca se ve un cielo diferente al del hemisferio norte. No está la estrella polar para indicar el norte, sino la Cruz del Sur, que señala el lado meridional. No se encuentra el carro, ni ninguna de mis cuatro nociones de astronomía básica. Una lección de relatividad, de nuevo. Desde aquí "abajo" las cosas se ven de otra manera, desde muchos aspectos.

Andrómeda (qué bonitos nombres, tan sonoros, los de los griegos) se queda allá arriba, mirándonos mientras nos alejamos del observatorio. La estrella Canopus también. Con lo que me ha costado llegar hasta aquí, podría haberme comprado un diamante, de esos q dicen los anunciantes son para siempre. Como a menudo me han dado mala espina los vendedores, y no quiero creer que algo es para siempre (no me vaya a olvidar de cuidarlo mientras tanto), soy de las que pienso que haber podido ver las estrellas desde Mamalluca vale mucho más que los kilates.

Aunque esto sea efímero, y desde luego no dure para siempre.

7 comentarios:

  1. Habíamos ido al pueblo unos días a ver al Niño, que pasaba el verano entero con los abuelos. Tuvimos que volver y el Niño buscaba razones para que nos quedáramos. De pronto encontró la válida, se le iluminó la cara y la soltó: "En Madrí no hay noche". Eran los tiempos de la mala iluminación en los pueblos y la noche era eso que tú cuentas.

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  2. Realmente fue una imagen que no olvidare en mucho tiempo... de hecho a ratos cierro los ojos para rememorar esa fotografía idilica estelar que hizo mi memoria, y por un rato vuelvo a aquel lugar remoto al que seguro volveré. Mi deseo parece que se esta cumpliendo Di, hasta las estrellas polares estuvieron de nuestro lado esos dias...

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  3. Que bonito... yo quiero ir...

    En agosto que es cuando San Lorenzo derrama sus lágrimas por el cielo (perseidas creo que se llaman) solemos estar con los pollitos en un valle remoto del Pirineo, donde apenas hay alumbrado. Después de cenar, cogemos mantas y nos vamos a tumbarnos a un prado al lado de casa a ver las estrellas. Nos encanta: aviones, estrellas, estrellas fugaces, un escaparate y nosotros en primera fila.

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  4. Las estrellas...qué bonito. Lo de los hombres con las estrellas ha sido amor a primera vista desde siempre. Desgraciadamente yo he sido muy torpe desde pequeña con eso. Una ex-scout que no distingue las constelaciones es la verguenza de la tropa.

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  5. NáN, tu Niño es la pera. Enhorabuena. Y también a ti No, por lo de los deseos.

    Bienvenida Dra Anchoa!!!! Y además una ex-scout q no hace tick en todas las secciones! (me gusta) Yo era cabuyera, ya sabes, las q sabemos hacer nudos...

    Ves, Diva, como no era tan dificil de adivinar? Hasta los pollitos lo hacen... Ahora a ver si a alguien se le ocurre la segunda, es también fácil fácil... (no creo q los pollitos lo hagan sin embargo ;))

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  6. Ya nos iremos conociendo, Di, pero te aseguro que no era un comentario de "qué mono es mi niño" (desde que tiene 34 tacos ha perdido mucho encanto). Era un comentario de que ya no existe la noche ni en los pueblos, que desde un avión deben parecer una nave espacial. Además. el pobre, lo único que consiguió fue que nos volviéramos a Madrid con el corazóne ncogío. Vamos, que me has dejado lleno de envidia y de deseos. De eso era.

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